Conoce la historia del chicle, otro invento maya que perdura en nuestros días

Los mayas fueron los primeros en inventar y conseguir grandes logros en diferentes disciplinas, con tal relevancia, que han trascendido por siglos hasta nuestros días. El número cero en las matemáticas, la astronomía, el calendario, sistemas de filtración y purificación de agua… Quedaría una extensa lista si seguimos pero, en esta ocasión, nos vamos a centrar en uno en concreto: el chicle. 

“Si la costumbre de mascar diversas clases de gomas y resinas es probablemente tan antigua como la humanidad y se practica en todo el mundo, México tiene todo el derecho a que se le reconozca el mérito de haber introducido el chicle a la economía mundial.”*

La palabra chicle proviene del vocablo maya sicté ya’, que significa masticar con la boca.

No podemos hablar de esta goma de mascar sin hacer mención al chicozapote, árbol que tiene su origen en el sur de México y funge como fuente natural para su extracción gracias a su resina o savia. 

Acompáñanos y te contamos una breve historia del chicle en la región de Quintana Roo:

En los inicios los mayas lo extraían en pequeñas cantidades ya que era para su uso personal como limpiarse la dentadura, mitigar la sed y elaborar velas. En esa época aún no era comercializado, por lo que se consumía de manera natural. 

¿Cómo se realiza?

La extracción de la resina se llevaba a cabo principalmente en épocas de lluvia. Era necesario introducirse durante varias semanas en la selva quintanarroense, para identificar los árboles de chicozapote y esperar a que las matas hubieran captado la mayor cantidad de agua de las lluvias. Una vez llegado el momento idóneo, el chiclero comenzaba a hacer los surcos, que son incisiones en la corteza del árbol en forma de zig-zag, que marcarán un camino por el que se dejará caer la resina del árbol. 

Los surcos se realizan de abajo hacia arriba, por lo que el chiclero debía escalar por el tronco del árbol con la ayuda de una soga e ir subiendo. 

Una vez que la resina comienza a navegar por estos surcos, va descendiendo y se recolecta en un recipiente que se deja atado a la base del mismo árbol. 

Luego de un par de horas se recolectaba la goma y se comenzaba a cocinar en el campamento, en ollas de cobre hasta darle la textura y la elasticidad requerida. 

Una vez comenzada la comercialización, se creaban grandes bloques que se les entregaban a las empresas, para agregarle sabor, color y empaquetado.  

Comercialización del chicle

El inicio de la producción de chicle de manera organizada fue hasta 1917, donde los primeros trabajadores llegaron a Quintana Roo de lugares como Veracruz, Yucatán, Chiapas y Belice; el primer gran contratista fue el cubano Julio Martín, fundador de la Casa Martín Martínez, cuyos campamentos estaban en las inmediaciones de Santa Cruz de Bravo, hoy Felipe Carrillo Puerto.

De igual manera, en 1936 en la entonces conocida Hacienda Santa María, hoy Leona Vicario, el Gobierno Federal entregó 241 mil 83 hectáreas a Faustino Martínez para la explotación del chicle y el palo de tinte, con la finalidad de colonizar este lugar.

Ese mismo año, el presidente Lázaro Cárdenas dio a conocer las medidas que se implementarían sobre la reconstrucción integral de los territorios de Quintana Roo.

Es así que durante 1937 promovió la Expedición Científica Mexicana, que tenía como objetivo conocer los recursos del territorio de Quintana Roo e integrarlos a la economía nacional. La expedición presentó un informe que sirvió para la elaboración de un plan político-económico para Quintana Roo, cuyos objetivos se articulaban en la explotación forestal ordenada en especial del chicozapote, el  hule y las maderas preciosas.

También se considera que la explotación del chicle contribuyó al desarrollo de la aviación en esta región. Fue en la década de los treinta cuando algunos contratistas introdujeron el avión como medio de transporte en sus negocios de chiclería, ya que había muchos lugares de difícil acceso. Con todo, la actividad chiclera fue, de hecho, el factor que desarrolló la aviación en el sureste de México. 

No obstante, en el siglo XX, el auge el chicle llegaría a su fin, y no por falta de consumo, sino por la introducción de sustancias derivadas del petróleo en la industria alimentaria de los Estados Unidos, desplazando en gran medida el consumo de la resina natural como materia prima para la goma de mascar, sustituyendola por una alternativa sintética de menor costo. 

El chicle en la actualidad

La historia del chicle en Quintana Roo es un testimonio de la interconexión entre la cultura, la naturaleza y la economía, con raíces que se remontan a la civilización maya y continúan evolucionando hasta el día de hoy.

En tiempos más recientes, ha habido esfuerzos para conservar y manejar sosteniblemente las poblaciones de árboles de chicozapote en la región de Quintana Roo. La conciencia ambiental y la valorización de las tradiciones indígenas han llevado a iniciativas que buscan preservar esta especie y sus usos tradicionales.

Hoy en día, el trabajo y esfuerzo de las cooperativas chicleras que aún se mantienen, están entrando al mercado, a través de la venta de un chicle que se caracteriza por ser goma natural, orgánico, certificado y biodegradable. Un nicho de mercado que indudablemente debe ser explotado.

No podíamos terminar esta entrada de blog sin presentarte a Don Severo, uno de los últimos chicleros tradicionales mayas que aún viven y del que podemos admirar y aprender este y muchos otros conocimientos ancestrales. Pueden encontrarlo y vivir la experiencia en el centro ecoturístico familiar Kíichpam K’áax (Selva Bonita) en el poblado de Chunhuhub en Maya Ka’an, Quintana Roo. 

* Konrad, H. W. (1987). Capitalismo y trabajo en los bosques de las tierras bajas tropicales mexicanas: el caso de la industria del chicle. Historia Mexicana, 36(3), 465–505. http://www.jstor.org/stable/25138121 

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